Si! Montaña.
Llegaste y apareciste una mañana
Con nubes, agua estancada y risa en canto de ave en rama alta
Me dejaste entrar. Y subí respirándote, respetándote y pidiéndote disculpas por el aire viciado que yo a cambio te daba.
En cada bocanada mi cuerpo despertaba. Sabiéndose limitado a lo que estos hipócritas sentidos me dan conocer.
Caminando, saludando a tus huéspedes, viendo, o no viendo más que blanco volando a 3 metros, perdiéndome y adivinando por donde seguir.
En un claro, sentado, no supe ya que hacer. Si recostarme, rodar hacia abajo o correr hasta nuestros límites. Y allí al sentirme vencido por tu plétora magnificencia, rogué formar parte de la calma que tu fuerza aparente dormida emana. Y tú, hermosa, digna, divina de saberte entera, me haces caer en tu falda. Así, cubriéndome de barro y nutriendo de tu vegetal, mis manos hechas piedra o árbol, sientan el lenguaje oculto a nosotros, míseros humanos, que creyéndonos dioses o sabios, con arrogancia nos jactamos de dominar lo terrenal, lo mundano, hasta lo universal.
¡Por favor perdónanos madre! Junto mis manos en rezos y alabanzas para que tu grito mute en mansas cadencias en las cuales seamos capaces de flotar. Y sea un baile parejo, conjunto, de sincronías sin espasmos.
Ser solo tierra que no ruge. Caminos silvestres. Luz y sombra. Agua y roca. Todo junto. Único.
Acariciare tus raíces, mis lágrimas creadas por tu estela de aire hecho vapor fraguaran nuevas intenciones. Y ya juntos en un abrazo pegadizo, mojado y sincero. Solo en materia nos separaremos, cada uno a su lugar. A su verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario